A mi edad ya cuesta mucho que me sorprendan, pero reconozco que este grupo de creadores de contenido gastronómico me ha dejado con la boca abierta. Tras nuestro encuentro, he desmontado los tópicos y prejuicios que tenía entorno a su profesión. Pensaba que dedicarse a las redes sociales suponía adentrarse en un entorno hostil, salvaje, la ley del más fuerte, yo tengo más seguidores, yo lo publiqué antes. En absoluto. Se conocen bien, se ayudan en todo, comparten grupo de WhatsApp y crean oportunidades para que todos se beneficien. Si uno de ellos tiene una colaboración o monta un evento, todos lo apoyan, comparten y suman.
Nos reunimos en el restaurante Avenir y el ambiente que se respira es el de una cena de amigos. Hablan a la vez, se pisan, ríen y explican muchas cosas de las que quizás hasta ahora no habían hablado nunca. Han creado una profesión gracias a su pasión. Son pioneros. Son un grupo de profesionales que durante estos años han aprendido a producir, grabar, editar, locutar, buscar localizaciones y posicionar un contenido en el que priorizan la calidad antes que la cantidad.
Hoy descubriremos qué hay detrás de todos esos vídeos que nos hacen la boca agua, nos generan necesidades y nos llenan la carpeta de posts guardados. El secreto de su éxito es unánime: la constancia. Han sabido adaptarse a los cambios, han evolucionado de los blogs, como el pionero José María Toro del @bloghedonista, pasando por Instagram y ahora TikTok, y lo más importante: todos ellos han aportado su toque personal y un estilo diferenciador del resto. Sabemos que hay que comer para vivir, pero hoy descubriremos si se puede vivir de comer. Dadle al follow que empezamos.
Foodstagram
Para la mayoría de ellos, su base de operaciones es Instagram, aunque Edu, el bravista de @bravasbarcelona, es un rosto conocidísimo en YouTube. Todos empezaron sin ninguna otra pretensión que compartir genuinamente los restaurantes que les gustaban o las recetas que creaban, y sus cuentas fueron creciendo de manera orgánica. Ahora acumulan más de diez años de experiencia y tienen un conocimiento gastronómico elevadísimo gracias a haber visitado miles de restaurantes.
Se han convertido en comunicadores con enormes comunidades de fieles seguidores y por eso su presencia es muy valorada y reciben invitaciones de todo tipo de restaurantes. Como dice Miquel de @bcngourmet: «Podríamos comer cada noche gratis.» Ariadna, de @Foodyingbcn, añade: «¡Cada hora!» «¿Y no lo aprovecháis?» «No, solo vamos a sitios que vemos que puedan interesar a nuestra comunidad. Rechazamos un 95% de las invitaciones para ser coherentes con nuestro público.» «¿Cómo lo decidís?» «Por experiencia y porque nos informamos mucho antes. Solo acudimos a los sitios a los que realmente iríamos con nuestra pareja o amigos.» Todos coinciden en que «dedicamos muchas horas a cada publicación, sin duda nos saldría más a cuenta pagar».
Ahora pueden seleccionar su contenido, pero todos recuerdan bien la mezcla de sorpresa y agradecimiento de la primera invitación. Diez años después, nos dicen convencidos que les sigue ilusionando mucho descubrir sitios nuevos, aunque reconocen que han aprendido a dosificar su tiempo. «Quizás vamos a menos eventos porque también nos apetece mucho comer en casa un plato de judías con patatas.»
No todos monetizan su trabajo con el mismo sistema; unos lo consiguen con la publicidad de las marcas que confían en ellos año tras año, otros gestionando redes sociales de terceros y, en menor medida, con la generación de contenido para restaurantes. Aunque saben que indicar que se trata de una colaboración pagada puede reducir las visualizaciones debido al algoritmo, también son conscientes de que el público agradece su honestidad al señalar cuando se trata de una publicación patrocinada.
Hate
¿Y cuando no os gusta? Todos son unánimes: no lo publicamos. Gema, de @DivinosSabores, considera que «puede tratarse de un mal día, un mal servicio o un fallo de cocina. No es justo hacer una crítica feroz que puede perjudicar mucho al restaurante. Incluso en el Celler de Can Roca se les puede caer una copa.» «Por supuesto, siempre damos feedback de los motivos por los que no publicaremos y porque la crítica constructiva les pude ayudar a mejorar».
De hecho, el «bravista» reconoce que llama personalmente a los restaurantes que le contactan y les explica las mejores opciones para posicionarse en redes y para colaborar con influencers sin perder dinero. «Lo que sí que nos sabe mal –añaden– es que a nosotros a veces nos traten de forma especial y luego las raciones reales sean más pequeñas o los platos o precios de la carta no coincidan con nuestra visita. Queremos que nuestros seguidores coman bien y disfruten del sitio porque solo así seguirán confiando en nuestras recomendaciones».
Aunque en ningún momento hablamos de cifras ni nos cuentan lo que ganan, algunos reconocen sin tapujos cobrar por sus publicaciones y otros han emprendido negocios relacionados con la gastronomía (agencias, gestión de redes sociales y festivales). Eso sí, todos viven gracias al éxito de su cuenta en redes sociales y siguen visitando restaurantes a título personal y pagando de sus bolsillos. «Aunque no tengamos que publicar nada, nos cuesta mucho no hacer fotos. Siempre acabamos haciendo alguna, aunque sea de la carta», dice Alejandro Biel, de @Gastro_barna.
Sus seguidores vemos la cara amable de su trabajo: platos apetecibles, restaurantes con encanto. La parte que no se ve implica tiempo, adicción e incluso momentos de ansiedad. No les preocupan tanto los haters, a los que contestan o bloquean, como los hackers. Sus cuentas gastronómicas son su vida y su fuente de ingresos, y todos pagan a Meta la opción de soporte y chat privado para asegurarse una rápida respuesta ante posibles ataques.
También se lamentan de las exigencias de algunos seguidores que se piensan que su trabajo es dar información como si fueran el buscador de Google. Llegamos a recibir mensajes con exigencias e incluso que nos dicen: «Hola. Estoy en tal sitio. ¿Qué me pido?» El chef Miquel Antoja @miquelantoja, primer creador de la vídeo receta, sigue apostando por el mismo formato personal que le ha hecho tan popular y reconoce que en sus inicios respondía a todos los comentarios, incluso des de su moto. Antoja, junto a Amelia @ameliciousmchef9 y Laura @lauraponts, se han hecho populares por compartir sus mejores recetas paso a paso con listas exhaustivas de ingredientes y cantidades. Laura Ponts empezó con los bodegones que hacía con los productos de la tienda de sus padres, en el pueblo de Ponts, y ahora hace videos seductores en los que eleva al máximo el producto y busca una estética artística y muy cuidada que le supone «una gran inversión de horas y de dinero en la lista de la compra».
Share
Alejandro, de @yummybarcelona, tiene en su galería más de 140.000 imágenes de platos y 30.000 vídeos de comida. Sin duda, más que de su familia. Él, como el resto del grupo, ha optado por mostrar su rostro para sentirse más cercano a su comunidad. «Al principio evitaba salir en los videos, pero ahora me he acostumbrado.» Cristian, de @topfoodbcn, hizo una ronda de Q&A (preguntas y respuestas) y, para su sorpresa, muchas de las preguntas eran sobre su físico. Ahora se graban, locutan y hacen primeros planos de sus caras de sorpresa o de placer ante cada bocado o nos dos dan consejos saludables, como hace «Amelicious». Saben que poner su cara comiendo o cocinando ayuda a personalizar la cuenta y genera cercanía con la audiencia.
Esa exposición personal en todas sus publicaciones los ha hecho muy populares en la ciudad y a diario les paran o les piden fotografías. Alejandro, de gastro_ barna, se sorprende de la naturalidad con la que le saludan desconocidos porque «ellos tienen la sensación de que al verme casi a diario en pantalla me conocen bien». Una situación que puede ser incómoda, como cuando les hacen fotografías sin consentimiento o sienten que su privacidad se ha visto invadida. Sofía, de @sofiamchef6, explica que «una vez publiqué que estaba cenando en un determinado restaurante y un
seguidor cruzó la ciudad para saludarme. Aquello me hizo ver que tenía ciertos riesgos postear en tiempo real y ahora publico siempre a posteriori».
Ante mis ojos veo como se desdibuja el concepto entre creadores, publicistas y periodistas. Las marcas tienen claro que hay que apostar por la digitalización del contenido, pero algunos restaurantes todavía tienen dudas. Cuentan que «algunos siguen sin creer que esto les va a funcionar porque no han cambiado el chip. Los mejores restaurantes del mundo no dudan de que hay que estar presentes en redes. Cuando más lleno estás es cuando tienes que invertir más. No pueden contar con nosotros solo para el arranque, eso es un error.
Lo importante es la continuidad. La garantía de que funcione no la podemos dar, nadie la puede dar. Sí que vemos que en Barcelona la gastronomía cada vez está más profesionalizada y los restaurantes lo tienen todo muy pensado, pero fuera de Barcelona cuesta más llegar porque no existe la figura del influencer rural». Durante toda la cena no han dejado de lado sus teléfonos. Han grabado los platos incluso, han escuchado y contestado audios. Sus videos son virales y sus recetas nos animan a cocinar y a probar nuevos productos. Consiguen llenar restaurantes e incluso que se hagan colas quilométricas. Sitios que han colgado el sold out durante meses. Reciben incontables mensajes de sus seguidores agradeciendo sus recomendaciones y de restauradores que les agradecen el empuje que le han dado a sus negocios. En estos años, este grupo de apasionados por los fogones y el buen comer han creado una profesión y han democratizado, por fin, recetas que nunca imaginaríamos poder hacer en casa y las reseñas gastronómicas.